Varias librerías abrieron sus puertas en los últimos días en la ciudad de Buenos Aires y otras más están por hacer lo mismo, un fenómeno que se extiende de Saavedra a Recoleta y de Villa Crespo a Belgrano y que parece difícil de explicar dados los desafíos del rubro -como la escasez en el insumo del papel- y un contexto económico de incertidumbre pero los flamantes libreros consultados refieren a un formato -la librería de barrio- que salvó la industria en plena pandemia, sumado a un profundo amor por el libro y el sueño de toda una vida que el confinamiento no hizo más que apresurar.
Las flamantes librerías Te llamaré viernes (La Pampa 1569) en el barrio de Belgrano, Metonimia (Amenábar 3656) en Saavedra, Verne (Juan Ramírez de Velasco 1427) en Villa Crespo y una nueva sede de Céspedes dentro del Centro Cultural Recoleta (Junín 1930) se suman al mapa literario de una ciudad históricamente conocida por ser la de mayor cantidad de librerías en el mundo, mientras se prepara para abrir sus puertas en inicios del 2024 el centro cultural Naesqui, en Villa Ortuzar, con una tienda de libros, una sucesión de inauguraciones que invita a analizar el fenómeno en mayor profundidad.
Algo similar al fenómeno de ventas de entradas para recitales, con sus precios astronómicos que el público está dispuesto a pagar, tal vez como consecuencia de los «aprendizajes» que dejó la pandemia: la inestabilidad en varios aspectos de la vida cotidiana que se traducen en un consecuente impulso de «vivir el momento» y de apostar por los sueños, que en el caso de las nuevas tiendas de libros podría traducirse en algo así como ¿Si no es ahora entonces cuando?
Para Paulina Cossi y Paola Lucantis, quienes también vienen del mundo editorial, la apertura de su librería Te llamaré viernes -nombre que le pidieron prestado a la escritora Almudena Grandes- tuvo que ver «con la necesidad de hacer un cambio laboral, profesional y de vida, que nació en el medio de la pandemia», confirman.
«Al principio fue una idea que nos permitió trabajar, distraernos de todo lo que estaba pasando y focalizarnos en una idea de futuro. Ambas tenemos mucha experiencia en el mundo de los libros, de la comunicación, entonces por qué no tener un espacio propio. Arrancar con algo concreto y que eso fuera creciendo hacia donde tuviera que crecer», dice Paulina Cossi.
Pero esta tienda en particular, en el bajo Belgrano, a pasos del barrio Chino, apuesta a un maridaje entre libros y vinos: «Quisimos armar un negocio que pudiera diversificarse. Desde el inicio lo pensamos con dos grupos de productos. Sabíamos que las actividades iban a ser una excusa. Durante décadas organizamos actividades gratuitas y rentadas, era cuestión de ponerse a pensar qué queríamos hacer en el espacio que teníamos y combinarlo de la mejor manera posible para que fuera una propuesta interesante para la gente. Hacemos actividades abiertas y gratuitas y otras pagas», detalla Paola Lucantis.
El caso de Metonimia, la librería que Victor Malumian abrió en Saavedra, tuvo que ver con una necesidad que observaron en el barrio: «No hay librerías de libros nuevos cerca del Parque. Saavedra es una república literaria, el descenso a los infiernos del Adán Buenosayres de Marechal sucede en Saavedra, el Sueño de los héroes de Bioy, algunos de los cuentos de Aurora Venturini y la lista sigue. Es un barrio con mucha historia y un imaginario literario rico en estilos», desgrana el editor de Godot.
Gran parte del equipo que trabaja en la tienda de libros creció y se crió en Saavedra, mientras que la identidad visual de la misma se expresa con una mascota que expresa «el placer hedonista de leer, de comprar un libro y regalarte tiempo para vos», detalla Malumian confirmando otra vez la idea de que hay que amar la literatura para apostar a una tienda de este tipo.
«La librería como punto de encuentro de su comunidad tiene larga vida por delante», sentencia el impulsor de esta flamante librería de barrio, y asegura que «claramente, el hecho de que el libro sea un insumo que funciona por consignación, y por ende, las cargas están repartidas entre varios ante posibles pérdidas, hace que sea más viable la apertura de una librería en un contexto crítico o de incertidumbre».
Además de su ubicación sobre Alvarez Thomas, la librería Céspedes abrió en marzo pasado una segunda sede en el Centro Cultural Recoleta, luego de un llamado a licitación para concesionar por cinco años el espacio que está en el hall de entrada del centro cultural.
«Creo que en Céspedes hacemos algo muy rico, para y en una industria que se sostiene, se profesionaliza y crece a pesar de que los números y la realidad le sea adversa», analiza Cecilia Fanti, al frente de ambas sedes de Céspedes pero añade que hay algo fundamental: «No olvidar por qué hacemos lo que hacemos, nuestro rol como promotores de lectura y de cultura».
En lo que coinciden la mayoría de los libreros es que se vuelve necesario desarrollar otras estrategias además de la estricta venta de libros: «La gran mayoría de las librerías medianas y pequeñas, con identidad y un proyecto detrás hacen mucho más que vender estrictamente libros; son centros culturales en los que se intercambian saberes de distinta forma: desde una recomendación, un taller, una presentación, una intervención directa en relación a un hecho puntual. Es decir, las librerías creamos sentido alrededor de estos productos que comercializamos; y creo que esa es la estrategia», opina Fanti. la librera apunta además que «la ley del libro, que entre otras cosas fija un precio único, es fundamental en la convivencia y supervivencia de todos los modelos de librerías».
«La apertura de una librería -o de cualquier negocio- en un contexto crítico tiene que ver con el arrojo de quien quiere llevarlo adelante ya sea para concretar un sueño o para desarrollarse profesionalmente en determinado ámbito; o la combinación de ambas», esboza Fanti y refiere, al igual que sus colegas, a la idea de un anhelo de larga data, que la pandemia pareciera haber ayudado a concretar.