El Palacio Hirsch: una centenaria joya arquitectónica de Belgrano

El Palacio Hirsch se levanta imponente en la esquina de Conde y Juramento

La elección del lugar no fue casualidad por parte de su promotor, John Angus, un ingeniero mecánico nacido en Escocia en 1858 que se apasionó por Argentina. Residente en Buenos Aires, Angus se desempeñó como gerente del frigorífico River Plate Fresh Meat Co. en Campana, el primero en el país, fundado por George Drabble en 1883. Su vivienda debía estar próxima a la estación Belgrano R del antiguo Ferrocarril de Buenos Aires y Rosario, un transporte veloz para trasladarse a Campana.

Desde sus inicios y hasta el presente, se accede al palacio a través de un vestíbulo ubicado en el centro de la planta baja, donde comienza la escalera principal. El diseño y la construcción estuvieron a cargo del arquitecto inglés John Robert Sutton, quien llegó a Argentina en 1889 y permaneció menos de veinte años. La casa original proyectada por Sutton constituye el núcleo central del edificio, que Angus decidió nombrar “Residencia Belmont” y se inauguró en 1895.

Angus y su familia disfrutaron de la elegante casa por pocos años, ya que en la década de 1910 la propiedad fue adquirida por Alfredo Hirsch. Nacido en Alemania, Hirsch se convirtió en presidente y copropietario del grupo Bunge y Born, además de ser un distinguido coleccionista de arte. Su refinado gusto lo llevó a iniciar las modificaciones de la residencia, que con el tiempo y las ampliaciones sería conocida como la “Residencia Hirsch”.

Lo primero que hizo fue agregar un ala izquierda de dos niveles al comienzo de la década de 1920. En la planta baja, se dispuso una gran sala de música y, para embellecer el salón, hizo traer e instalar un órgano de tubos que posteriormente fue donado a la Iglesia de San Patricio. Una década después, entre 1930 y 1931, se construyó el ala derecha, la cual albergaba un nuevo gran comedor, decorado con puertas y frisos de la Casa de la Inquisición de Sevilla, piezas del siglo XVI. Esta última ampliación se atribuye al arquitecto húngaro Juan Kronfuss.

La casa fue habitada por la familia –un matrimonio con tres hijos– y otras 12 personas, incluyendo mayordomos, mucamas, cocineros y personal de mantenimiento. Actualmente, la casa tiene cinco plantas y conserva en funcionamiento el ascensor original de la marca Otis, el segundo en instalarse en el país. Entre otros elementos modernos, contaba con un sistema de “aspiración central”. De esta manera, quienes se encargaban de la limpieza solo necesitaban llevar un tubo para poder aspirar.

Una de las salas del Palacio de estilo ingles

Durante las décadas que vivió en el palacio, Alfredo Hirsch también se dedicó a la colección de arte y platería colonial, llegando a poseer una de las más importantes del país. Sus descendientes continuaron con su legado y, en los años 80, decidieron donar al Museo Nacional de Bellas Artes 26 obras del siglo XVI y XVII, entre las que destacan cuadros de Rembrandt y Rubens. Todas estas obras se exhiben en la Sala Hirsch, ubicada en la planta baja del museo.

Otra anécdota de aquella época del palacio está relacionada con el nazismo. Cuando el régimen de Adolf Hitler detuvo a una persona con el mismo apellido pero sin parentesco, Alfredo Hirsch decidió sobornar a los nazis para que lo liberaran de Auschwitz. Luego, hizo que esta persona viajara a Buenos Aires y lo empleó en su empresa.

Los hijos de Alfredo continuaron su legado artístico. Su hija fundó la organización Amigos de la Música. Un acto significativo de esto fue el debut porteño de la Camerata Bariloche, el 1° de octubre de 1967, en el Palacio Hirsch. Al cumplirse en 2017 medio siglo de ese evento, la orquesta patagónica volvió a tocar en el histórico edificio en la misma fecha. En el aniversario participó uno de los músicos que había estado presente 50 años antes.

En la década de los 90, el palacio experimentó una revitalización. Se inició un proceso de restauración para recuperar y resaltar el valor histórico de la residencia, que hoy en día ya no se usa como hogar familiar como fue originalmente concebida. En ocasiones especiales, el palacio abre sus puertas para recibir eventos artísticos, evocando así su época de esplendor. Durante la restauración, se optó por devolver el edificio a su diseño original en la medida de lo posible, para lo cual se obtuvieron los planos originales de Sutton en Inglaterra.

En 2017, una tataranieta de John Robert Sutton causó una gran impresión al presentarse en la puerta del Palacio con el deseo de visitar y conocer una de las obras de su antepasado. Ella quedó maravillada por el esplendor del edificio, el cual también fue declarado Patrimonio Histórico con protección estructural bajo la ley 449 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El Palacio es uno de los 30 edificios representativos de una era dorada de la arquitectura en la Ciudad, junto a otras construcciones emblemáticas como el Palacio Barolo, el Palacio Paz, el Palacio Duhau y el Palacio Fernández Anchorena.

 

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