El pasado 5 de octubre, reabrió la pizzería Burgio, la más tradicional de Belgrano, que había cerrado hace un año por el cansancio acumulado de sus dueños, José y Fernando Blanco, durante la cuarentena por la pandemia de coronavirus. José y su Hijo Fernando Blanco, los últimos dueños antes de la llegada de la nueva gestión con su proyecto anunciaron el cierre con una última noche en la que liquidaron el stock de pizzas. “Sufrimos un cansancio extremo de más de 50 años de trabajo y este freno que puso la pandemia nos hizo tener tiempo para pensar. La decisión principal tiene que ver con un cambio de vida. Desde chiquito le di la vida a esta actividad”, explican los Blanco, entre los aplausos de los últimos clientes que se acercaron a saborear las últimas porciones.
La idea de Gonzalo Louro, criado entre masas, hornos a 350 grados, salsas de tomates, mozzarellas y el tintineo de los clientes que cortaban cientos de porciones y con un papá que estuvo a cargo de una pizzería tradicional de Plaza Italia durante la década del 90, es mantener a rajatabla la estética de la Burgio original. Para eso, le pidió a los vecinos que le mandaran fotos familiares en el local para poder rastrear y replicar lo máximo posible el pequeño mundo de azulejos y venecitas de colores tradicionales. Así, se restauraron las paredes multicolores características del local, que hoy podrán ser el fondo para las fotos que los millenials suban a su Instagram o TikTok.
Gonzalo confía en tres claves para que Burgio vuelva a enamorar al barrio. “La pizza al corte, las empanadas fritas y el horno a leña. Con ese trío me aseguro que los clientes vuelvan a sentir el aroma de la pizzería que tanto recuerdan”, resaltó Gonzalo. Pero eso no es todo, para darle su impronta dentro de lo clásico, Louro agregará café, helado y churros.
El emprendedor, además, mantendrá al último maestro pizzero de Burgio y le agregará otros cocineros que tentó de otras pizzerías tradicionales. Así, Luis Rosa, con 12 años frente a los hornos del local, estará en la zona de corte del mostrador para que los clientes vean una cara conocida. Todo desde la pizza, hasta los postres se elaborarán en el local.
Para poner a punto los dos hornos con los que cuenta este clásico de la comuna 13, contrataron a los mejores. Walter Cossalter, de 83 años, y su hijo Sebastián se encargaron de calibrar al máximo los espacios que no se apagarán en ningún momento desde que reabrió el local. Los Cossalter fueron los encargados de construir los hornos de las clásicas pizzerías porteñas.