La Ciudad restauró Caminito, el paseo ícono de la porteñidad ubicado en el barrio de La Boca. Por primera vez desde su apertura en 1959 como un museo al aire libre, sus construcciones lucen una distribución cromática que responde con fidelidad a su versión original, la que ideó el artista argentino Benito Quinquela Martín. El hallazgo de distintas imágenes de la época permitió intervenir y recuperar el patrimonio arquitectónico distribuido a lo largo de los 110 metros del pasaje con la paleta de colores histórica que definía el paisaje a mitad del siglo pasado. Entre el material gráfico que hizo posible esta recreación se destaca un video rescatado por el Museo del Cine Pablo C. Ducrós Hicken, por iniciativa del investigador Andrés Levinson, titulado El pequeño mundo de la Boca, que incluye imágenes de Quinquela Martín y de Caminito, fotos publicadas por la revista National Geographic en 1959 e instantáneas del artista Sameer Makarius. La restauración fue realizada por la Dirección General de Competencias Comunales y Talleres de la Secretaría de Atención Ciudadana y Gestión Comunal porteña, bajo la supervisión del Museo Benito Quinquela Martín. Participaron también el Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana de la Ciudad y la Subsecretaría de Gestión Cultural. La puesta en valor del paseo permitió renovar la imagen de uno de los atractivos más importantes de la Ciudad con trabajos de reparación y pintura sobre muros, balcones y fachadas de conventillos. Los trabajos también incluyeron la reposición del adoquinado y la fabricación e instalación de bancos y de las estructuras para guardado de atriles de artistas. Así la Ciudad cumplió con una de las demandas que tanto vecinos como artistas feriantes que exponen su obra a diario en la zona venían solicitando. El rescate de la paleta cromática fue posible gracias a una destacada investigación, puesto que Quinquela Martín no dejó un plano específico de Caminito. Las construcciones intervenidas con pintura pertenecen a las propiedades lindantes con Caminito y suman 24 inmuebles, de edificaciones típicas del barrio levantadas con material, chapa y madera. El proyecto intervino la totalidad de la calle-museo, a ambos lados, a lo largo de sus 110 metros de longitud. La renovación cromática alcanzó unos 600 metros cuadrados de superficie. Cabe recordar que, al tratarse de una calle situada sobre un antiguo paso del ferrocarril, no hay puertas de acceso de las viviendas colindantes hacia Caminito. Se trata de los fondos, paredones o medianeras de las casas que conviven de forma directa con el turístico paseo. Hay que destacar que la Ciudad ya había trabajado en el mantenimiento del lugar en el año 2017. Rojos, celestes, amarillos y verdes brillan ahora renovados sobre las fachadas y conviven en el colorido puzzle urbano del paisaje boquense junto a otros atractivos del paseo. Una veintena de obras de arte sorprenden asimismo a los visitantes a lo largo de la calle, tales como relieves, bustos y pinturas murales. Como ejemplos, el mosaico Regreso de la pesca, de Benito Quinquela Martín y realizada por Ricardo Sánchez; La canción, de Julio Vergottini (1905 – 1999); El Monumento al Bombero Voluntario, bronce de Ernesto Scaglia, y el busto de Juan de Dios Filiberto (autor de la música del tango “Caminito”), de Luis Perlotti. Las construcciones que conviven a lo largo de Caminito son de diversa tipología y presentan distintos modos de ser habitadas. Algunos son comercios relacionados con el turismo, otros son antiguos conventillos, locales gastronómicos, viviendas y museos. Cuando en los años 60 Caminito fue incorporado a la traza urbana de la ciudad, el lugar se convirtió en la insignia a partir de la cual Quinquela Martín redobló sus esfuerzos alrededor de la misión que se había autoimpuesto: multiplicar de todas las formas posibles la presencia del color en el espacio público, con el doble propósito de consolidar la identidad de su barrio y contribuir al bienestar de la comunidad mediante la favorable acción del color sobre el organismo y el ánimo de las personas. Así lo recalca el Museo dedicado al artista en el libro Caminito. Una sombra ya nunca serás. La publicación recuerda que, comenzando por el entorno de la Vuelta de Rocha, todo se tiñó de “color Quinquela”. Sus vivas tonalidades cubrieron las grúas del puerto, remolcadores, los troncos de los árboles de la Plazoleta de los Suspiros… y, por supuesto, los muros de casi todas las edificaciones vecinas. El artista llevó sus lineamientos artísticos al límite cuando pensó en la posibilidad de asfaltar con colores las calles boquenses. Esa convicción le permitió que su mirada tuviera fuerza de ley. En efecto, el concejal Armando Parodi presentó un proyecto de ordenanza, sancionada por unanimidad el 10 de septiembre de 1959 por el Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires. El artículo 1º del texto incorporaba al Código de Edificación un inciso que mostraba que el acabado superficial de las fachadas principales de los edificios que se construyeran, pintaran o refaccionaran en la Vuelta de Rocha y varias manzanas adyacentes, debían pintarse con los colores y tonos que reglamentara el Departamento Ejecutivo. Instrumentando estas disposiciones, en el artículo 3º (transitorio), la ordenanza decía que: «Para el estudio de la reglamentación a que se refieren los artículos 1º y 2º se constituirá una comisión integrada por un representante del Honorable Concejo Deliberante, un arquitecto designado por el departamento ejecutivo entre el personal municipal y el artista pintor don Benito Quinquela Martín”. Dos años más tarde, en 1961, un decreto del intendente municipal designaba a Quinquela como director honorario del Museo Caminito. Igualmente, esta suma de avales oficiales no evitó ciertos avatares inherentes a otra forma de patrimonio intangible del barrio: el conflicto. Porque apenas inauguró Caminito, Quinquela Martín ya proponía su ampliación anexando una fracción de los terrenos que habían pertenecido al ferrocarril (ya transferidos a la ciudad) que estaba siendo utilizada como cancha de básquet por el club Zárate. El espacio en disputa, ubicado en el sector contiguo a la intersección de Magallanes y Del Valle Iberlucea, fue objeto de un largo pleito que casi durante toda la década de 1960 enfrentó a las autoridades del club con el artista. Quinquela proponía utilizar la ampliación de Caminito para construir allí una sede local del Registro Civil y un estanque “para que los niños del barrio jugaran con barquitos confeccionados a mano por sus abuelos marinos”. En la vereda de enfrente, los socios del Club Zárate deseaban mantener la cancha de básquet, por razones sociocomunitarias. Finalmente, el espacio disputado pasó a pertenecer a Caminito. La anexión de este sector significó un gran cambio en la fisonomía del pasaje, que de todas formas (como en casi todas las creaciones de Quinquela Martín) ya era un espacio en continua transformación. A partir de entonces el color de los muros de Caminito fue cambiando a través del tiempo. Seguramente por necesidades edilicias y también por la deficiente resistencia a la luz y al clima de los pigmentos saturados entonces disponibles. A ello habría que sumar causas no menos importantes, como eventuales reformulaciones del propio Quinquela sobre la “paleta” utilizada en el lugar, o un insoslayable condicionante económico: nunca resultaría fácil obtener los recursos necesarios para pintar a la vez todos los muros del pasaje. Así se comprueba comparando fotografías de las décadas de 1950, 1960 y 1970, con numerosas “versiones” distintas de la distribución cromática utilizada y en las que nunca aparecen todas las superficies pintadas. Recién a fines de la década de 1970 se realizan intervenciones más completas, aunque con escasa frecuencia. Por lo tanto, uno de los lugares más visitados de nuestro país, solamente en lapsos relativamente breves ha ofrecido la postal brillante y saturada que sin embargo está acuñada a fuego en el imaginario colectivo. Hacia fines de la década de 1990, los colores de varias de las casas principales se habían alejado tanto de alguna de las versiones que podrían considerarse “originales” o directamente atribuibles a Quinquela, que se impuso la necesidad de realizar estudios y análisis capaces de recuperar las huellas de aquel legado. Entre 2000 y 2002, sendos trabajos a cargo de las arquitectas Nani Arias Incolla y Emilia Rabuini se constituyeron en la base de intervenciones posteriores. En 2017, sobre esas bases, actualizadas con nuevos registros documentales y fotográficos, los equipos del Ministerio de Ambiente y Espacio Público, con la colaboración del Museo Benito Quinquela Martín, comenzaron a devolver a Caminito los colores que lucía en torno a la fecha de su inauguración. Este trabajo continuó en 2019 de la mano de la Fundación Proa y el Museo. Mientras tanto, Caminito se seguía transformando. Así como las edificaciones ubicadas en el lateral sur de la cortada no lucen muy diferentes que, a principios del siglo XX, el lado norte sí ha sufrido profundos cambios. Por un lado, se anexó una parte del terreno que pertenecía al club Zárate. También se sumó una sustancial modificación en el otro extremo del paseo (en su cruce con la calle Lamadrid), cuando en 1965 un edificio de cinco plantas reemplazó a un antiguo conventillo. Para no desentonar con el ambiente, la nueva edificación fue concebida con muros vivamente coloridos, y en el lateral que se asoma a Caminito se colocaron dos murales de Quinquela Martín realizados en cerámica por Ricardo Sánchez. Desde 1977 se estableció la tradicional Feria de Artes Plásticas, en la que artistas contemporáneos exhiben y venden sus producciones. Finalizando la década de 1980 se cubrió con adoquinado el asfalto preexistente, y poco después se incorporaron árboles a Caminito. La gran devaluación que siguió a la crisis del año 2001 significó un aumento exponencial del turismo en la zona, al mismo tiempo que se extendía por el mundo un renovado fervor por el tango, capaz de atraer por sí mismo a grandes cantidades de visitantes provenientes de los lugares más insospechados. Caminito, indisolublemente asociado al tango que debe su nombre, se iba a transformar en un “lugar de culto”. En 2014, las estadísticas de Google llegaron a ubicar este espacio como uno de los diez más fotografiados del planeta. Hay que destacar que la calle-museo, que desde hace décadas atrae a millones de turistas nacionales y extranjeros, se ha transformado en motor social, cultural y económico para La Boca y la ciudad. Todo ello nació de la inspiración y el tesón de un artista visionario que supo llenar de sentido la palabra comunidad. Son el arte y la historia cultural de un pueblo los que transformaron espiritual y materialmente la vida de una sociedad. Es el esfuerzo de un grupo de hombres que, orgullosos de su tierra intuyeron que la obra que emprendían sería trascendente porque era auténtica. Es la sabiduría de quienes no dudaron que una cortada modesta y casi olvidada del arrabal porteño podía alcanzar el rango de universal. Es el Escribano General de Gobierno, Jorge Garrido, a quien luego de firmar la transferencia de los terrenos de Caminito a la ciudad se le oyó decir: “Guardaré esta lapicera, pues será histórica”. Es Benito Quinquela Martín, quien recordando aquella tarde de 1959 decía: “Caminito seguirá siendo lo que es hoy: un museo de arte al aire libre, puesto al servicio de la cultura del pueblo”.
Recuperó los colores que pintó Quinquela Martín
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