El tirador de Belgrano

La tarde del jueves 6 de julio de 2006 el tirador de Belgrano, Martín Ríos tuvo en vilo al barrio con sus ataques

La tarde del jueves 6 de julio de 2006, Alfredo Marcenac, salió de la estación de subte junto a dos amigos. Caminaba junto a la gente por avenida Cabildo al 1700 cuando de un momento a otro, entre la muchedumbre, se oyeron estruendos… le siguieron gritos y luego corridas. Eran las 16.45 y para Alfredo no hubo reacción posible, solo llegó a sentir el calor de tres disparos mortales en la cabeza, tórax y abdomen. Cuando sus amigos se acercaron, ya no había nada por hacer.

El asesino disparó 13 veces contra todo lo que se moviera. No solo mató a Alfredo, también hirió otras a otras 6 personas que caminaban sin sospechar que la muerte acechaba. El caos sangriento permitió el escape del tirador, que mezclándose entre sus víctimas huyó como un vecino más del barrio de Belgrano, que lo era y con domicilio en Av. Cramer al 2600.

Antes de asesinar a Alfredo, había cometido otros tres ataques con la misma metodología. De milagro, nunca había matado.

El primer ataque fue un año antes: la tarde del domingo 19 de junio de 2005. Armado y en bicicleta frenó en la esquina de Vidal y Olazábal, sacó su Bersa calibre 380 y tiró 12 veces contra el interno 43 de la línea 67. En el ataque hirió a un pasajero en la espalda, al chofer en el tobillo y huyó mientras el colectivo perdía el control chocando contra 2 autos. Impune y con una furia asesina que no le permitía contenerse, volvería a atacar casi 8 meses después, otra vez en su barrio.

De nuevo a bordo de su bicicleta, la tarde del jueves 2 de marzo de 2006, frenó frente a una confitería en la esquina de Juramento y Cramer, a apenas tres cuadras del primer ataque. Con absoluta frialdad, se bajó, apuntó y tiró 15 veces contra el frente. Dos de las balas alcanzaron la pierna de una joven de 17 que estaba sentada con su novio. Ríos volvió a huir. Aún impune, el viernes 16 de junio, volvió a atacar, pero está vez probó hacerlo de noche.

Arma en mano se paró en el puente del ferrocarril en el cruce de las avenidas Cramer y Elcano. Esperó el paso de una formación de la línea Mitre y disparó 15 veces. Esta vez, no lograría herir a nadie. Tan solo 20 días después asesinaría a Alfredo, de tan solo 18 años .

El viernes 14 de julio, 8 días después de matar, Ríos manejó el auto familiar para llevar a su Madre hasta un local de ropa en Olivos. La mujer bajó y su hijo decidió esperarla en la vereda. Llevaba consigo una riñonera con 37 proyectiles y la Bersa Thunder 380. Pero mientras esperaba, notó que había olvidado las llaves puestas y el auto estaba cerrado. Ofuscada, su madre le pidió que espere ahí mientras iba a buscar la copia.

Pero Martin iba a intentar abrirlo. Fue un vecino el que lo vio intentando forzar puertas y ventanillas y como creyó que era un ladrón, llamó a un expolicía que custodiaba el barrio. Cuando el ex sargento Mario Attardo llegó y le preguntó qué pasaba, Ríos echó a correr. El expolicia lo siguió tres cuadras hasta que en esta esquina (Uzal y San Lorenzo), logró reducirlo. Cuando llegó la policía encontraron el arma homicida. Sería cuestión de horas para que el tirado de Belgrano fuera identificado.

Hoy, el asesino a sangre fría está recluido en una institución psiquiátrica. En los dos juicios orales donde se lo juzgó en 2009 y 2014, se llegó a la misma conclusión: es un psicótico que no comprendió la criminalidad de sus actos ni dirigió sus acciones. Fue declarado inimputable, absuelto y recluido en un psiquiátrico por ser peligroso para sí y para terceros.

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